Hacia ese lejano sendero
Es imposible vaciar la delatora memoria. Su verdad es transparente. Es una invisible catarata de pensamientos jugando a sembrar futuro, un promiscuo basurero de emociones. No intento olvidar esos turbios días de oscuridad repletos de insolentes fantasmas. Desafiantes y tozudos se hacen presentes, dialogando indiscretamente con mi conciliadora paciencia, sondeando las entrañas de mi corazón. Atento, escucho sus malévolas palabras de blanda amabilidad, sin perder de vista el sufrimiento por despejar las neblinas de mis recuerdos, las interminables horas de sueño robadas, las desapacibles noches que despertaban con un sordo relámpago de lágrimas y con la angustia aferrada a mis entrañas.
Aquí estoy, vulnerable e insignificante, con la confianza tristemente usurpada, con la impostora soledad, ese disciplinado caos sin destino, donde los dóciles sentimientos destruidos siempre están enzarzados en extenuantes combates sin esperanza, siempre condenados a la misma derrota, siempre a merced de esas osadas huestes, misteriosas e implacables, ajusticiando con apacible serenidad mi buen juicio.
Y aquí sigo, sé que he escapado del maldito laberinto, ahora solo busco algún remoto sendero que me aleje, para siempre, de él.