Textografías

CARAMBOLA

Rodilla en tierra, el dedo en el disparador. Sé que me has ido observando con cierta curiosidad, preguntándote que hacía mientras iba buscando el ángulo preciso, el reflejo idóneo para captar la imagen anhelada, la perspectiva perfecta, un encuadre óptimo. Solo falta ese justo instante, ese mágico momento. Estaba en estado de alerta, esperando ansiosamente. Y entonces, me regalas una efímera ojeada. La suerte del azar sonriéndome. Tus ojos se clavan en ese viejo espejo, donde convergen nuestras miradas tan solo unos cuantos segundos a través del visor de mi cámara. Ese breve intervalo ha sido inmortalizado, una foto más, un fugaz instante, que ya ha huido sin que llegues a ser consciente que la fotografía ha sido tomada. Es pasado, único e irrepetible, perdiéndose en el tiempo inmisericorde. Se aleja, para que volemos sobre lo que fue con las alas de la nostalgia desplegadas.

Indomables voces de nostalgia

Donde antes iba siempre, ahora hay silencio. Un preludio aún por llegar, sin vuelta atrás. Una extraña voluntad ajena a mí memoria. De muy lejos arrastro mis pasos deambulando sin sentido. Perdido en un sinuoso camino. Una fantasmagórica existencia en cuarto menguante. Un aguacero sediento de lúcida introspección. Nada es inevitable. Nadie es invulnerable. Imaginamos, intuimos, soñamos sin temor ni forcejear con el pasado, mientras las sombras empapan la noche con su sudor de melancólica desesperanza, con sus tímidas lágrimas llorando por todo aquello que se ha perdido. Enmudecen las palabras. Sopla el olvido arrastrando ausencias, horizontes perdidos. La añoranza se agarra al alma, te corta las alas, te coge cariño, cierta confianza. No te abandona, te acompaña con su pesada carga a las espaldas. Asesina el inmisericorde presente para rejuvenecerlo con una metamorfosis de hostiles emociones reinterpretando los sentimientos. Una frágil crisálida que oculta el miedo a lo desconocido, a todo lo incomprensible. Eternas preguntas alzando el vuelo para descifrar interrogantes, para jugar con el confuso futuro, para cortar amarras con el ayer. El sigiloso paso del tiempo se ha detenido, circundado de belicosos fragmentos de recuerdos, de pinceladas de sensaciones huyendo de esa mirada inquieta que pide pelea, que lucha contra las sombras caídas sobre el corazón desorientado, contra esas frías lágrimas calcinando esperanzas. No puedo esconderme de mí. El destino es impredecible. Los pensamientos se desenredan inquietos, despertando ese peregrino misterio de saber que observas la realidad a través de los confusos ojos de tus frustraciones, del sordo lamento de la culpabilidad, de ese infinito vacío que me envuelve, ese malicioso lastre de delatora calma que hunde mis pisadas bajo la pesarosa carga de la conciencia. A veces, la vida parece un cruel acertijo, un viaje a destiempo, una criatura engullida por las decepciones.